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Convivir con el miedo a repetir nuestra historia

  • Foto del escritor: comunicaciones Planeta Paz
    comunicaciones Planeta Paz
  • 26 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 26 nov 2019

Memorias del Conflicto desde los Resguardos Indígenas de Riosucio, Caldas


La Institución Etnoeducativa María Fabiola Largo Cano, ubicada en el Resguardo Indígena de El Salado, en Riosucio, Caldas, toma su nombre de una líder comunitaria y maestra asesinada en los años noventa, víctima del conflicto armado. Jesus Albeiro Taborda González es maestro de Ciencias Sociales en esta institución, con más de 20 años de experiencia docente en la zona de Riosucio.


En los años más duros del conflicto Riosucio estaba dominado por las FARC, por tanto la presencia de guerrilleros formaba parte de la cotidianidad en las comunidades, y los niños y niñas convivían con esa realidad de manera casi natural, conocían a los comandantes, a veces incluso se alojaban en algunas de las casas de la comunidad y convivían con las noticias de muertes a diario.


Cuando le preguntamos a Alberto sobre sus memorias en relación al conflicto armado el trae a su memoria sus primeros años de maestro en Riosucio, en el año 95, donde la guerrilla tenía el control. Su siguiente destino el territorio de Tierra Fría, dónde el conflicto estaba más fuerte. Mientras trabajó allí Albeiro dormía en la escuela durante la semana para ahorrarse largos trayectos por lugares solitarios, y porque en el camino a la escuela pasaba muy cerca de un campamento guerrillero.


“Me daba miedo caminar las veredas porque estaban muy solas, pero sobre todo me daba miedo que me obligaran a renunciar, porque eran mis primeros años como maestro. No hablábamos ni podíamos expresarnos con libertad, yo solo quería que me dejaran trabajar con la poca normalidad que había”.


Recuerda especialmente tensos los momentos en que en zonas de dominio guerrillero, como Riosucio se instalaban campamentos militares del ejército y se pasaban preguntando unos por otros. Si se encontraban podías quedar en fuego cruzado.


“Recuerdo estar en una quebradita con los muchachos trabajando con arcilla y un helicóptero militar comenzó a disparar sobre la zona guerrillera que quedaba cerca. Conseguimos llegar a la escuela a ponernos a salvo, pero uno no se olvida como se siente caminar bajo las balas. Al día siguiente, de camino a la escuela los niños recogieron las balas que encontraron por el camino”.


Por fortuna, durante los años que trabajó como maestro en estas zonas no se llevaron a ningún niño o niña en reclutamiento, al menos no a ninguno de su escuela. Pero sí perdió a algunos compañeros del magisterio. Lo peor, señala, era cuando los paramilitares venían a la comunidad y empezaban a matar gente, porque acusaban arbitrariamente de ser auxiliadores de la guerrilla, informantes. Nunca sabían que podían esperar en esas incursiones.

“Era muy difícil, porque pasara lo que pasara cómo maestros no podíamos posicionarnos en ningún bando, ni hablar, ni hacer preguntas…”


Albeiro pasó de tener miedo a que le hicieran renunciar a estar a punto de renunciar varias veces. En aquellos años ser maestro rural, o estar en una comunidad o resguardo indígena era un factor de riesgo para convertirte en víctima del conflicto. “La primera vez que pensé renunciar tenía poco más de 20 años. Fue porque en el camino a la comunidad de La Esperanza la guerrilla nos apuntó con un arma, a mí y a una compañera. Ví que tenían a varias personas amarradas, personas conocidas, de la comunidad pero no podíamos hacer nada. A nosotros nos dejaron ir, pero en la tarde encontraron dos cuerpos que pertenecían a algunas de las personas que yo vi en la tarde… habían matado a dos hermanos de la comunidad. Yo ni quería ir a buscar los cuerpos… tenía mucho miedo. Pero tuve que hacerlo. Nos tocó cargar los cuerpos, recogerlos de ahí donde las habían dejado. Además se apellidaban como yo y eso hizo que mi familia tuviese momentos muy tensos y difíciles pensando que yo era una de las víctimas. Hasta que pudimos comunicarnos”.


Hoy la escuela y las comunidades son unos lugares más seguros para todos, a pesar de todo lo que dejó el conflicto. Reconoce que el inicio del proceso de paz, tras las firma de los acuerdos, si supuso un cambio importante, porque la guerrilla se desmovilizó y prácticamente desapareció su cotidianidad. Pero Albeiro aún siente el temor de que aparezcan de nuevo grupos armados por ambos lados. No se le quita el miedo de volver atrás, de que la historia se repita.

 
 
 

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