Una época, no tan lejana, donde ser maestra rural era asumir riesgos.
- comunicaciones Planeta Paz
- 26 nov 2019
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Memorias del conflicto desde los resguardos indígenas de Riosucio, Caldas

La década comprendida entre 1992 y 2002 fueron años muy difíciles para los resguardos indígenas en el Eje Cafetero colombiano. Maestras y maestros que día a día trasegaban los caminos que llevaban a las escuelas rurales, a veces caminando, a caballo, a veces incluso cargando a sus hijos… fueron testigos del conflicto en primera persona. Era una época, no tan lejana, donde ser maestra rural era una profesión de riesgo.
La década del 90, la presencia del paramilitarismo en el Eje Cafetero provocó muchos desplazamientos forzados y asesinatos de líderes y lideresas comunitarios. Esto hizo que el tejido comunitario, social y productivo, se desmantelara sin remedio.
Luz Adiela Taba Taba es ahora rectora de la Institución Educativa Nuestra Señora de Fátima en el Resguardo de la Montaña Riosucio, en el departamento de Caldas. Conversamos con ella sobre los recuerdos como maestra que mantiene de la época del conflicto armando en los resguardos indígenas en los que vivió y trabajó.
“Latinoamérica requiere de jóvenes que le apuesten por nuevas propuestas y oportunidades ante la desigualdad. El conflicto no son solo armas, es también falta de amor. Y nosotras en Colombia tenemos muchas heridas heredadas de tantos años en conflicto”.
Adiela señala que el conflicto en Colombia afectó a todo el país en diferentes niveles, pero que la zona rural fue la más afectada por el desplazamiento forzado. “Cuando el paramilitarismo llegó a Riosucio muchas familias se fueron para no regresar, lo dejaron todo. Solo cerraron la puerta y desaparecieron, nunca regresaron”.
Sin embargo los recuerdos más vivos de Adiela se refieren a años posteriores, a principios del 2000, cuando era muy fuerte la presencia guerrillera en las comunidades o resguardos indígenas. Durante sus primeros años como maestra en un resguardo indígena la presencia guerrillera en la escuela era parte de su cotidianidad, a menudo jóvenes guerrilleros, casi niños, se paraban en las ventanas de su escuela. Los mejores días solo escuchaban las clases o usaban la escuela para descansar de sus largas caminatas. Otros, los peores días, se tomaban el aula para enseñar cómo usar armas y para hablar del conflicto, para simular enfrentamientos.
Lo más difícil de aquel tiempo para Adiela fue sin duda ver cómo reclutaron chicos y chicas para la guerra desde las casas y desde las aulas, y escuchar a menudo el dolor de las familias sobre los hijos que reclutaron con apenas 12 o 13 años. “Los vestían con ropas de hombres mayores, con botas muy grandes con las que apenas podían caminar”.
La escuela como institución y ella como joven maestra eran impotentes ante las armas. El miedo invadía todo y la prioridad era conservar la vida. Aunque para ello tuvieran que participar de alguna manera o callar. No podían hacer nada, más que callar.
“En el 99 y 2000 se llevaron a Leticia y en 2004, cuando regresó a la comunidad, ella ya no se llamaba Leticia, vino a darme “una razón”. En aquella época los niños/as eran usados como correos de comunicación, “para llevar razón”, para llevar mensajes a diferentes personas de la comunidad.”
En 2003 estaba trabajando en el Resguardo de San Lorenzo. Adiela caminaba por veredas solitarias hasta llegar a la escuela durante dos horas con su compañera. Ir acompañada le otorgaba una irreal sensación de calma, pero había un tramo de una hora que tenía que hacer sola. Y aún tiene muy presente el miedo y la angustia de ese tramo del camino que hacía cada día, especialmente los días en que tenía que llevarse a su hijo de pocos meses consigo al trabajo, pues más de una vez se vio en medio de un camino rural entre el ejército y la guerrilla.
Después de los Acuerdos de Paz la zona rural pudo recuperar cierta tranquilidad, tras el desarme de la guerrilla. En la escuela se pudieron retomar proyectos pedagógicos y trabajar sin miedo, sin la presencia constante de armas. Sin embargo, la historia del conflicto dejó muchas historias tristes en la comunidad, hermanos y hermanas desaparecidos, personas desplazadas, huérfanos, la economía destrozada, el trabajo comunitario debilitado… por eso dice, hoy desde la escuela es importante trabajar la escucha, la construcción de la historia desde la reconciliación… Hoy, para Adiela, es muy importante hablar de todo lo que pasó para poder sanar.
“El miedo hizo que apenas se hablara del conflicto, que no pudiéramos hablar, ni reflexionar en la escuela sobre lo que estaba pasando en nuestro país o nuestra comunidad. Ser maestra no se trataba de transmitir asignaturas, sino poder fortalecer los lazos comunitarios, prevenir en cierta forma el conflicto… ójala nos hubieran permitido ser comunidad, para resistir”.
El papel de la escuela en el contexto de reconciliación.
El proceso de paz ha permitido en los resguardos indígenas promover procesos de aprendizaje y enseñanza en un contexto más seguro. Pero también participar activamente en la comunidad, favoreciendo el pensamiento crítico, algo que antes no podían hacer. Los Acuerdos de Paz han posibilitado que se pueda pensar o soñar una zona rural más estable en Colombia desde la educación propia.
“Para la construir paz como maestras no debemos perder la pasión por nuestro trabajo. Aunque ahora el contexto sea más estable, nada borrará el recuerdo de lo que vivimos, a los líderes que mataron en los resguardos… esas personas que se fueron, pero que dejaron en nosotras el arranque por crear una educación y una comunidad más sólida, más empoderada, más participativa”.
Para Adiela la idea de reconciliación está asociada indiscutiblemente con poder llevar a cabo proyectos educativos desde la educación propia en los resguardos indígenas. Solo será posible sanar con todas estas nuevas prácticas pedagógicas que vayan más allá de la transmisión de conocimientos, prácticas que ponen en el centro la vida, que trabajan por liderazgos de construcción de paz, espiritualidad e identidad cultural, por la relación armoniosa con el entorno y la naturaleza…
“En Riosucio la Educación Propia como modelo pedagógico está creando nuevamente comunidad, estamos tejiendo nuevos caminos y modelos donde la comunidad y la escuela van en una misma dirección hasta el infinito hacia la construcción de paz, posicionándonos y trasmitiendo los saberes culturales”.
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